El bandolerismo en España no se puede circunscribir a una época ni a un área concreta. Viriato ya fue calificado de bandolero por los romanos y Cicerón hablaba de Sierra Morena como tierra de bandoleros. No obstante, los siglos XVIII y XIX fueron los de mayor inseguridad en los caminos por el auge del bandolerismo. De hecho, una de las razones de la creación de la Guardia Civil en 1844 fue la vigilancia y protección de los caminos. Ya desde 1845 la Cartilla del Guardia Civil recoge en su Capítulo II de forma detallada la forma en que se desarrollarán las labores de vigilancia y auxilio en los caminos.
Sierra Morena fue una región especialmente golpeada, por ser terreno escabroso, de monte cerrado y pasos angostos entre Castilla y Andalucía. En estos pasos, era difícil garantizar la seguridad de los viajeros, mientras que las características físicas de la Sierra permitían una fácil huida a los malhechores, lo que aprovechaban para cometer todo tipo de delitos (robos, asaltos, asesinatos...)
Bienservida, también sufrió el bandolerismo. Es bien conocido el final de las andanzas del Pernales y del Niño del Arahal en nuestra tierra en 1907. Sin embargo, es menos conocido otro suceso que aconteció en el verano de 1875 entre San Blas y la ermita de Turruchel, protagonizado por una partida de bandoleros. A partir de varias crónicas de la época podemos reconstruir los hechos con bastante aproximación.
Los sucesos ocurrieron el 3 de septiembre de 1875, hacia las siete de la tarde en la zona del Sornil (o Saornil), en la falda de Cerro Vico. Un grupo de viajeros procedente de la feria de ganado de Villanueva de la Fuente pasaba por allí, siguiendo el Camino Real de la Mancha a Andalucía (lo que actualmente es la Carretera N-322), cuando interrumpió su marcha una partida de ocho bandoleros, unos a pie y otros a caballo.
Tenemos la descripción de cuatro de ellos: Uno portaba sombrero calañés bastante grande de copa y ala, calzón corto, medias blancas y pelo algo cano; otro de ellos llevaba sombrero blanco, pantalón blanco y patillas; otros dos vestían con sombreros y pantalones oscuros. Iban pertrechados con armas blancas y trabucos ("trabuco al pecho" indica alguno de los documentos de la época).
Los viajeros llevaban consigo el importe de las ventas de ganado que acababan de realizar en la feria de Villanueva de la Fuente. Los dos que llevaban más dinero eran Don Gregorio Martínez de Torres de Albanchez y Don Francisco Piña y Cuadros, rico propietario de Beas de Segura. Don Gregorio Martínez llevaba 8.000 reales por la venta de varias reses de vacuno y que iba a destinar a redimir la suerte de un soldado pariente suyo (aunque en general la redención se obtenía a cambio de la entrega en metálico de 6.000 reales, en 1875 se elevó a 8.000 reales - 2.000 pesetas -). Don Francisco Piña y Cuadros llevaba 14.000 reales también procedentes de la venta de ganado.
En el encuentro con los forajidos, Don Francisco Pina recibió un disparo cayendo herido. Rodeado por los bandidos, éste les pidió que no le mataran ofreciéndoles los 14.000 reales que llevaba y si no era bastante, mandaría a su casa a por más dinero, pero los ladrones cogieron el dinero y a continuación le apuñalaron hasta la muerte. Igual suerte corrió Gregorio Martínez. El resto de viajeros fueron golpeados y robados. El botín fue de más de 1.000 duros.
Uno de los viajeros consiguió huir y marchó hasta Bienservida para comunicar lo sucedido. Llegó al pueblo a las once de la noche, tras recorrer la legua y media de distancia que separa Bienservida del lugar de los hechos (unos diez kilómetros). Inmediatamente tocaron las campanas de la iglesia en señal de alarma y, al correrse la voz de lo que había ocurrido, el pueblo se armó en somatén (que consistía en la movilización de los ciudadanos que se armaban para perseguir a criminales o defenderse de enemigos). Al frente del grupo de bienservideños salieron autoridades y hacendados como Eladio, Vicente, Valentín y Pedro Pablo Navarro, Miguel Lanuza y Antonio Pretel, médico y cirujano de Bienservida desde 1868, junto a varios escopeteros. Partieron hacia el lugar de los hechos esa misma noche, sin esperar a que amaneciera. Desde Bienservida se dio aviso también a las vecinas localidades de Villarrodrigo, Villapalacios y Torres de Albanchez.
Llegaron al amanecer y encontraron muertos a D. Francisco Pina y a D. Gregorio Martínez. Al poco de llegar, empezaron a aparecer de entre el monte otros viajeros que habían pasado la noche ocultos en los alrededores, atemorizados por los bandoleros.
Por otra parte acudieron al lugar el alférez D. Antonio Casas y varias parejas de la de la Guardia Civil procedentes de Beas de Segura, donde ya habían llegado noticias del terrible suceso. Recorrieron las siete leguas (unos cuarenta y siete kilómetros) que separan Beas de Segura de este lugar en pocas horas y, nada más llegar, sin descanso iniciaron la búsqueda de los bandoleros.
Las crónicas cuentan que los bandidos no pudieron ser encontrados y detenidos ya que huyeron hacia la provincia de Ciudad Real atravesando el espeso bosque del Salto de la Plata, camino de Albaladejo. De hecho, medio año más tarde, el juzgado de Alcaraz publicaba en la Gaceta de Madrid la orden para buscarlos y capturarlos por la Policía Judicial.
El corresponsal de uno de los periódicos, avisaba entonces de la necesidad de crear un puesto de la Guardia Civil en Bienservida. Advertía que de no hacerlo, el bandolerismo, que era la primera vez que actuaba en Bienservida, aumentaría y después sería difícil sofocarlo. Esta necesidad fue cubierta poco tiempo después, ya que aunque no conocemos en qué momento se creó el puesto de la Guardia Civil de Bienservida, sí sabemos que en septiembre de 1881, sólo seis años después, este puesto ya existía.
Pero este suceso no fue un hecho aislado; la zona de Guadalmena, en las últimas estribaciones de Sierra Morena fue, a lo largo de todo el siglo XIX, un territorio de gran inseguridad por las razones expuestas. Entonces eran frecuentes los robos de caballerías y se conservan numerosas noticias de este tipo de actos. Aquí recogemos unas cuantas:
Tenemos referencias, por ejemplo, de 1839 al final de la Primera Guerra Carlista, de un grupo de ladrones que actuaba en la sierra de Alcaraz por el río Guadalmena, robando y extorsionando a los ganaderos de los alrededores. En mayo de 1839, los alcaldes de Albaladejo y Villanueva de la Fuente, organizaron una batida con voluntarios de ambos pueblos para tratar de apresarlos. Localizados dos hatos, en uno de ellos, tras unos disparos se consiguió detener a uno de los bandidos, mientras que otros cuatro huyeron río abajo hacia Jaén, aprovechando la escabrosidad de la Sierra. El preso dijo ser un soldado que había sido capturado por los carlistas de Cabrera y, tras huir, volvía hacia Andalucía. Entre los huidos había tres desertores del ejército y un bandido ya conocido por las autoridades, por haber pertenecido a otra partida de ladrones ("la gavilla del Pinto") y que había estado preso en la cárcel de Infantes.
En junio de 1844 se recuperaron por vecinos de Villapalacios seis mulas, dos caballos y una jaca. Estas caballerías habían sido robadas de madrugada en el término municipal de Bienservida.
También, en agosto de 1847 sucedió el asalto a un vecino de Terrinches, al que tres gitanos -dos a caballo y uno a pie- robaron una yunta de mulas valorada en 4.000 reales. Los bandidos fueron vistos en su huida cruzando el río Guadalmena hacia el término de Bienservida, seguramente siguiendo el camino que se utilizó para trazar la actual carretera de Albaladejo, aprovechando una vez más lo espeso del monte. Se insistía por entonces en la prensa en la necesidad de proteger los caminos de herradura del Partido de Alcaraz por la inseguridad que suponían varios grupos de personas que erraban por allí y cuyo modo de vida era el robo, el engaño o la mendicidad.
El 13 de marzo de 1849, una vez más aprovechando la noche, fueron robadas dos mulas en la Dehesa de Turruchel, que formaba parte de los propios de Alcaraz. Esta dehesa quedaba aproximadamente en las tierras que van desde la Ermita de Turruchel hasta la Casa del Villar.
Por último citaremos un robo de tres caballerías ocurrido en mayo de 1867 en la Dehesa de Albaladejo. Tres gitanos de unos treinta años, conocidos por Pija tronchá (que vestía pantalón y sombrero calañes ancho), Faldones (pecoso, con barba poblada y vestido con pantalón y sombrero ancho) y Pedro Torres (tuerto) robaron, como casi siempre por la noche, tres mulos que pastaban en dicha dehesa. Inmediatamente el juzgado de Infantes dio orden de capturarlos y no sabemos si finalmente fueron detenidos.
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