Dos entrevistas a bienservideñas nacidas hacia 1850


Entrevistas a Encarnación Gallego (1932).        Entrevistas a Telesfora Sánchez (1954).
Entrevista a Encarnación Gallego, Estampa (30/1/1932) -imagen izquierda- y
a Telesfora Sánchez Noguero, El correo gallego (30/5/1954) -imagen derecha-



Hacemos referencia aquí a dos entrevistas publicadas en la prensa de hace años, a dos ancianas nacidas ambas en Bienservida alrededor del año 1850: La primera, a Encarnación Gallego, natural de Bienservida pero que en 1932, a sus más de ochenta años vivía en Madrid, publicada en un semanario cultural ilustrado madrileño de la época (Estampa). La segunda, a Telesfora Sánchez Noguero que vivía en Bienservida en la calle del Pozo y que en 1954 tenía más de cien años, pues había nacido en enero de 1854. Esta segunda entrevista fue publicada nada menos que en un diario gallego de Santiago de Compostela.

Las dos entrevistas retratan una época ya pasada de la que la mayoría sólo hemos oído hablar.

Era el tiempo en que a las personas mayores se les llamaba hermano, término que cada vez se usa menos. Las familias eran muy largas; Encarnación Gallego decía que había criado dieciséis hijos y que tenía nietos y bisnietos. A lo largo de las dos entrevistas se insiste en que tanto Encarnación como Telesfora habían llegado a la vejez con muy buenas facultades físicas y mentales.

Entonces todas las mujeres mayores vestían igual: pañuelo en la cabeza, falda, blusa, delantal, chal,…, por supuesto todo de color negro y, a veces, bastón para ayudarse a andar. Todos hemos conocido hermanas como las de las fotografías de los dos reportajes.

Eran personas hospitalarias; la periodista difícilmente se libraría de almorzar los huevos fritos que la nuera de la hermana Telesfora se empeñaba en prepararle. Y con vocación de servir a su familia hasta el último momento. Telesfora, a sus cien años, aspiraba a seguir viviendo ¡para poder acompañar a sus hijos en su vejez!

Los mayores vivían con sus hijos y tenían reservado el mejor lugar de la casa.

Las mujeres se acercaban a por agua a las fuentes con cántaros, mientras dejaban el puchero en la lumbre, que hacía de cocina y de calefacción. Las personas mayores iban a la iglesia. Telesfora, a pesar de los años y la cuesta, subía a misa con su cayado y después daba un paseo por el pueblo, por aquellas calles empedradas de 1954.



Recogiendo agua en el pilar de la plaza
Mujeres recogiendo agua en el pilar de la plaza. Imagen tomada de www.lunadeagosto.net.

Eran personas reacias al uso de algunos adelantos como la fotografía o los aeroplanos. Encarnación Gallego decía que ¡qué dirían de ella las personas que la conocían! al verla fotografiada. Aunque reconocía haber viajado en tren y automóvil, el aeroplano le parecía cosa de Satanás.

En Bienservida nunca pasaba nada y si venía algún forastero era examinado de arriba a abajo. Pocas noticias llegaban del exterior. Encarnación recuerda que, siendo niña, estuvieron en Bienservida los carlistas atemorizando al pueblo. Debió ser en julio de 1861 en que una partida entró por Génave en dirección a Alcaraz, por lo que hacía de eso ¡más de setenta años!.

La hermana Telesfora habla de “una guerra de Melilla que decían el Barranco del Lobo” donde perdió un hijo (el Desastre del Barranco del Lobo de 1909). También relata con detalles el asedio al Alcázar de Toledo durante la Guerra Civil (1936), que ella vivió desde dentro ya con casi ochenta y tres años. Cuenta que oyó hablar de cuatro reyes, a saber, Isabel II, Amadeo, I, Alfonso XII y Alfonso XIII.

La hermana Telesfora falleció el 6 de octubre de 1958 a los 103 años de edad en Bienservida.

Sin duda, dos curiosos artículos que nos dejan conocer entre líneas detalles de unos tiempos ya lejanos para muchos de nosotros.

A continuación transcribimos el texto de ambos reportajes.


Entrevista a Encarnación Gallego,

publicada en Madrid el 30 de enero de 1932 en la revista Estampa.


Fotografía de Encarnación Gallego

LA PERSONA MÁS ANCIANA Y LA MÁS JOVEN

Hemos llamado en la planta número 5, al cuarto número 30. Es el domicilio de la anciana Encarnación Gallego. Un pañuelo de merino negro rodea su cabeza cana. Es una mujer que ha pasado de los ochenta hace varios años. Está fresca aún, y oye y se expresa bien.

—¿Qué? ¿Qué quiere de mí?—me pregunta apenas la saludo.

Una, hija suya le indica el objeto de mi visita. No le parece muy bien. Al anunciarle que el fotógrafo va a retratarla, se niega enérgica y rotundamente. Establecemos la hija, el fotógrafo y yo un pugilato de razonamientos hasta llegar a convencerla.

—No me he retratado nunca, ¿sabe? —me dice—. Nunca. ¡Qué dirán de mí las personas que me conocen!

—Nada malo—le digo—, que aún está usted de buen ver.

—Quite, quite. Si hubiera sido hace años, cuando tenía veinte, todavía; pero hoy...

—¿ De dónde es usted ?

—De Bienservida (Albacete). Llevo el pañuelo a la cabeza porque tengo frio, ¿sabe?...

—¿Recuerda usted algo de su niñez?...

—Ya lo creo. Cuando los carlistas fueron a mi pueblo. Las mozas se escondian, por miedo a los soldados, y a un tío mio le dieron dos bofetadas por protestar de los abusos.

Seguimos hablando y me dice que ella es republicana, pero que cree en Dios y le dan miedo los alborotos; está contenta por haber viajado en tren y en automóvil, pero el “aroplano" le parece cosa de Satanás, que todo lo enreda.

El fotógrafo se dispone a tirar la placa, en tanto yo le digo a la anciana Encarnación Gallego que tiene que retratarse con el nene de ocho dias, hijo de Lucas Funes, zapatero, y de su mujer, Paula Arteaga. Es el más joven de esta casa-colmena. La anciana dice que ella ha criado diez y seis hijos, y que tiene nietos y bisnietos. El fogonazo del magnesio le asusta un poco. Nos despedimos y termina diciéndonos que no tiene ganas de morirse. Por lo menos, hasta verse retratada en ESTAMPA.

Entrevista a Telesfora Sánchez,

Publicada en: Carabias, J. (30 de mayo de 1954). Telesfora Sánchez, de Bienservida, tiene cien años y medio. El Correo gallego, p. 7.

Fotografía de Telesfora Sánchez

Telesfora Sánchez, de Bienservida,
TIENE CIEN ANOS Y MEDIO

ESTUVO EN EL ALCÁZAR DE TOLEDO DURANTE EL SITIO DE LA FORTALEZA

«QUIERO TENER MÁS CERCA A MIS NIETOS Y ALEGRAR LA VEJEZ DE MIS HIJOS», DICE LA CENTENARIA

Un reportaje por JOSEFINA CARABIAS

En aquellos cerros mataron al «Pernales» —me decía Timoteo, un «as del volante» de Socuéllamos, mientras bordeábamos la sierra de Alcaraz en busca del pueblo de Bienservida.

El célebre bandolero estaba en su covacha, durmiendo cuando le sorprendió la Guardia Civil. En la lucha cayeron «el Pernales» y algunos de sus compinches. Hasta entonces habían tenido aterrorizada a la comarca.

Por fin, después de atravesar parajes impresionantes y pueblos de nombres magníficos, tales como el Ballestero, Villapalacios y Alcaraz, dimos vista a Bienservida. Era mediodía, y las contadas personas que circulaban por las silenciosas calles se detenían a mirarnos. En Bienservida no es corriente ver forasteros, y a los pocos que aparecen por allí se les examina de pies a cabeza. Me acerqué a dos mujeres que venían de la fuente con cántaros de agua.

—¿Conocen a una señora de este pueblo que tiene más de cien años? —les pregunté.

Se miraron una a otra sorprendidas. Al fin contestaron:

—Usted busca a la hermana. Telesfora. Vive en la calle del Pozo.

Pero nosotros no sabíamos ir a la calle del Pozo, y la buena mujer, después de recomendar a la vecina que «echara una miradita» al puchero que tenía puesto a la lumbre, se prestó a acompañarnos hasta la casa de la hermana Telesfora. En La Mancha y territorios limítrofes la gente sigue la vieja y caritativa costumbres de llamar «hermanos» y «hermanas» a todos los semejantes, como Dios nos mandó, y anteponen también la hermandad al nombre, en lugar de decir «el tío Fulano» y la tía Mengana», cómo se hace en otras comarcas españolas.

La nuera de la hermana Telesfora salió a recibirnos a la puerta tan pronto como nos sintió llegar.

—¿Vienen a ver a la abuela? Pasen ustedes. Está sentada a la lumbre con el hijo, que es mi marido. Ya verán cómo se alegra de verles. ¡Está muy buena! Como si no pasaran los años por ella. Y eso que ya tiene los ciento bien corridos. Los cumplió en Enero.

Realmente la hermana Telesfora —Telesfora Sánchez Noguero— es un caso digno de «salir en los papeles». No es lo más chocante que tenga cien años, sino lo admirablemente que los lleva. Su cabeza funciona como la de una persona de treinta años y tiene una potente y enérgica voz. Por las mañanas, bien temprano, toma su cayada y, apoyándose en ella ligeramente, se marcha a misa. Luego se da un paseíto por el pueblo. Las calles de Bienservida están en cuesta, pero a la hermana Telesfora no le asusta subir ni bajar.

—Debía tener cuidado. A su edad es muy fácil romperse una pierna.

—¡Quiá! No pase cuidado, que yo no me rompo nada. Me guarda muy bien éste —señalándome un gran crucifijo que lleva siempre colgado del pecho.

LA GRAN AVENTURA

El episodio más impresionante y, dramático de la vida de la hermana Telesfora fué la aventura del Alcázar de Toledo. Ella, a punto de cumplir los ochenta y tres años, estuvo también dentro de la fortaleza durante el asedio.

—¡Tres meses justos pasamos allí metidos! Se dice pronto, ¿eh?, pero había que ver cómo vivíamos. Ahora que... valientes, ¡eso sí! Yo, que siempre he tenido muy buen oído, como que ya se fijará usted que todavía no estoy sorda a pesar del siglo que llevo a cuestas, fuí de los primeros que se dieron cuenta de que los rojos estaban cavando por debajo de nosotros para meter dinamita y hacernos cisco a todos.

«AQUEL BUEN MOZO...»

Charlábamos junto a la lumbre de leña en la cocina, mientras luchábamos con la nuera de la hermana Telesfora, mujer cariñosa, jovial y hospitalaria, que se empeñaba en freír huevos para que almorzáramos.

—¿Y cómo fué el encontrarse usted en el sitio del Alcázar, abuela?

—Pues verá usted. Yo vivía entonces en Torrijos con mi hija y mi yerno que en paz descanse, que era guardia civil y estaba allí de servicio, Al saber que venían los rojos tiramos para Toledo. Nos metieron en el Colegio de Huérfanos, pero también alli llegaron y cuando más tranquilos estábamos una noche durmiendo nos enteramos de que habían arrimado a las puertas unos serones de paja y nos prendían fuego. Tuvimos que salir de allí por las ventanas y en camisa. Entonces fué cuando nos refugiamos en el Alcázar. ¡Tenía usted que haber visto las cosas que pasaron allí! .

Para narrarme el estremecedor episodio de la conversación del general Moscardó con su hijo, la hermana Telesfora emplea un conmovedor lenguaje de romance de ciego: —Era un mozo lucido y fino, como el hijo del rey. Llegó y le dijo al general: «¡Padre de mi alma! Escúchame». El padre, con lágrimas en los ojos, respondió: «¿Qué quieres, prenda mía?

«Que si no te entregas hoy mismo con todo el personal que está ahí dentro defendiendo a España... me «afusilan».

Media hora aproximadamente empleó la hermana Telesfora en contarnos con pelos y señales la conmovedora escena.

Cuando quise rectificar algún punto me atajó:

—¿Usted estaba allí?

—Yo, no, señora. Pero como eso ya pertenece a la Historia, lo sabemos todos.

—¡Qué tienen que saber!... Los que lo sabemos somos los que estábamos dentro, que no podíamos dormir ni sosegar de la pena que teníamos por aquel buen mozo que esté en Gloria.

—Usted también pensaría muchas veces que había llegado su último instante.

—Bien cierto lo teníamos, sí, señora. Si me llegan a decir entonces que iba a vivir hasta los cien años, no lo creo. Pero también pasamos buenos ratos. Los mejores eran cuando desde los aeroplanos nos echaban papeles diciendo que venían a salvarnos.

CUANDO SU YERNO VOLÓ EN PEDAZOS

—Y su yerno, ¿murió allí?

No, señora, que salió vivo y bien vivo. La desgracia le ocurrió después, ya terminada la guerra. Él y otros compañeros encontraron algo así como un cajón en las afueras de Torrijos. Sabían que allí dentro no podía haber nada bueno. Pero como él era un hombre muy hombre, se acercó a abrirlo. Aquello explotó y no se encontraron ni los pedazos de los guardias. Luego yo me vine otra vez al pueblo con el hijo que tengo aquí. Este es un buen sitio para pasar la vejez. Hay mucha tranquilidad. Aquí nací, y aquí me crié, y aquí tengo de morir cuando el Señor me llame.



Calle Cervantes hace años
En este estado encontraria Telesfora las calles en sus paseos diarios por Bienservida.
Imagen tomada de www.lunadeagosto.net.


LA HISTORIA NO LLEGABA A BIENSERVIDA

La hermana Telesfora nació en pleno reinado de Doña Isabel II, cuando no se conocían los trenes, ni los autos, ni la luz eléctrica, ni el teléfono. Al estallar la revolución del 68 ella era ya una mocita de catorce años, Vivió bajo Amadeo y bajo la primera República. Ha visto en los «papeles» retratos de cuatro reyes.

—No me acuerdo mucho de esas cosas, no porque yo no conserve buena la memoria, sino porque en este pueblo nunca se entera uno de nada. De lo único que me acuerdo es de una guerra de Melilla que le decían «el barranco del Lobo». Allí perdí un hijo.

—¿Cuántos años lleva usted viuda?

—Cincuenta. Otros cincuenta tenía cuando enviudé. Después de viuda fue cuando empecé a viajar. He corrido mucho mundo, no crea usted. Las familias de los guardias civiles, ¡ya se sabe!

—¿Encuentra usted el mundo muy distinto del de su juventud?

—Pues ¿qué quiere usted que le diga? Este pueblo está poco más o menos que entonces. Las mozas van a la fuente y las viejas vamos a la iglesia.

ELLA SIEMPRE VISTIÓ IGUAL

En las modas que van y vienen apenas si ha reparado nunca la hermana Telesfora. Ella siempre vistió igual: con su falda, su blusa, su delantal y su pañuelo en la cabeza. La única diferencia es que desde hace algunos años lleva un bastón, como antes lo llevaban los médicos y los señoritos.

La nuera me invitó a pasar a ver la habitación de la centenaria, Un cuarto grande, el mejor de la casa, junto a la cocina. En las paredes, imágenes piadosas y retratos de todos sus hijos y en el centro, un buen catre.

—Somos muy pobres, ¿sabe usted? No tenemos más que el jornal de mi marido; pero limpieza, eso sí. Tanta como en un palacio. La abuela y yo nos llevamos talmente como si fuéramos hija y madre. La cuidamos todo lo que podemos porque nos da gusto que viva tantos años y que esté tan buena. Tiene una naturaleza muy agradecida. Nunca la duele nada. Ya ve usted..., ¡para resistir aquellos tres meses del Alcázar con la edad que tenía!

LOS DESEOS DE LA HERMANA TELESFORA

Y ya que ha vivido usted cien años, que es la aspiración de los mortales menos ansiosos, ¿qué querría usted conseguir ahora en el mundo?

—Pues, por lo pronto, que nos trajeran a mi nieto más cerca, Es guardia civil, ¿sabe usted?, y está en Villanueva del Fresno, allá por tierras de Badajoz. Se llama Alfonso Ruiz Garrigós. Apunte usted el nombre, por si conociera a alguien que pudiera echarle una mano. Siempre nos estamos acordando de él, pero los viajes cuestan caros y estamos muy lejos. Aparte de eso, pido que el Señor me deje aquí el tiempo que quiera para poder acompañar a mis hijos en su vejez.

(Foto de la autora.)



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