Lasmanzanas del rey |
Leyendas breves
Según cuenta la leyenda en algunos hospitales de Estados Unidos utilizan unas pulseras de color negro para marcar
la hora a la que falleció una persona y cual fue el motivo de su muerte. Si ves a alguien con una de estas pulseras
podrías estar junto a un fantasma...
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Las leyendas o cuentosLeyenda es, en origen, una narración a veces escrita para ser leída en voz alta o bien trasmitida de viva voz de generación en generación. En literatura, una leyenda es una narración ficticia basada generalmente en hechos que acontecieron en otros tiempos. Las leyendas se desarrollan en un lugar y un tiempo determinado. En ellas la precisión histórica no es lo importante, sino la moraleja o el relato de un hecho sucedido en un lugar conocido. Su significado no suele estar ajustado estrictamente a la historia y puede ser asimilada a lo que se entiende como "tradición popular". Las leyendas están generalmente relacionadas con personas, lugares o maravillas y contienen casi siempre un núcleo histórico, ampliado por la imaginación o la exageración, con el fin de conmover el ánimo de las personas que las escuchan. Volver a Bienservida sanoynatural
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¿Cuantas manzanas hay?
Se trata de una antigua cuestión; dicese que un rey de Francia ensayaba con ella la perspicacia de sus embajadores. Mostrables un plato lleno de arena en la cual asomaban dos manzanas. ![]() No hay tal, le contestaba e rey, y levantando una de ellas se veía que le faltaba la mitad, es decir, que la porción que parecía hundida en la arena no existía. Me precipité: no hay más que una, decía el interpelado. Y os habéis vuelto a precipitar, añadía el rey, al tiempo que separaba de la arena la segunda manzana y aparecía entera a los ojos del engañado diplomático. Volver al principio Volver a Bienservida sanoynatural |
El "hermano Carpena", siempre cuenta que de niño entraban en una que tenía hornacinas en las paredes, el las cuales había ¿"santos"?. Pero que
yo sepa nadie lo ha corroborado.
Lo que sí conozco de cierto es lo que me contaba mi padre (que nació en 1890 y fue testigo de todo), refiriéndose a un hecho ocurrido cuando
era niño, probablemente entre 1898 y 1900. Y esto es rigurosamente cierto:
Como conclusión, es seguro que en Cerro Vico hay mucho oro enterrado, que la leyenda tiene algo de cierta, pero que es casi imposible encontrar
la verdadera cueva en la que está. Pero aún si por casualidad, algún día apareciera la entrada, habría que localizar todavía los lugares de
enterramiento. ¡Parece imposible!.
EL TESORO ESCONDIDO
Vamos a tratar de una leyenda (o historia. ¡cualquiera sabe¡), la leyenda de tesoros enterrados por "los moros" cuando fueron expulsados de
España y solo pudieron llevarse los enseres personales.
Hay una leyenda, que por lo que he podido comprobar, es común a muchos lugares y que con ligeras variantes, es siempre la misma. Se trata de
una cueva artificial, que partiendo del pueblo o de un lugar cercano, transcurre por el subsuelo durante kilómetros y cuya salida está en un
cerro alejado, sabiéndose que se trata de la misma cueva por haber arrojado un gato por la boca del cerro, el cual, luego de cierto tiempo,
aparece por la entrada del pueblo. Pues bien, vamos a centrarnos en la que corresponde a Bienservida, con salida en Cerro
Vico.
En Cerro Vico hay varias cuevas visibles y alguna con la entrada tapada por la erosión de los muchos años transcurridos.
Hay en Bienservida una casa en la calle de la Torre de la que parte una cueva excavada en la tosca, que se dice que es la que se corresponde
con una de Cerro Vico. Esta entrada la conozco porque en mi juventud, la dueña de la casa, nos dio permiso para entrar, para ello derribamos
un tabique que había a unos dos metros de la entrada, formando un habitáculo que había sido utilizado como cochiquera.
Una vez derribado el tabique, la cueva continuaba recta como un metro y medio y luego doblaba a la derecha en ángulo recto, de este nuevo tramo,
que era corto, partía una bajada con escalones inclinada unos 45 grados. No pudimos pasar de ahí pues el hueco había sido aprovechado para tirar
el escombro del derribo de la antigua casa y estaba esta escalera totalmente rellena.
Por esta entrada es por donde se dice que salió el gato que había sido lanzado por Cerro
Vico, pero no es posible, porque como veremos, no se
conoce esa salida.
También se dice que esta cueva comunicaba con los sótanos de la próxima torre árabe que todavía se puede visitar lo que queda de ella. Esto no
está comprobado. Además, se dice que algo más abajo la cruza un río subterráneo que corta el paso.
En cuanto a las cuevas del cerro, que parecen naturales, en todas las épocas ha habido algunos jóvenes que se han aventurado en ellas, pero
pocos metros y sin hallar nada importante.
Me contaba, que por esos años llegó al pueblo un "moro" que vestía chilaba y hablaba en un castellano muy raro y antiguo ¿sería sefardí?.
Pues bien, este hombre traía unos pergaminos heredados de muchas generaciones, con el plano de una cueva en Cerro
Vico, en el que se reflejaban
los lugares de la misma en los que sus antepasados habían enterrado sus riquezas.
Este personaje reunió a los más ancianos para intentar localizar la entrada, ya que en los planos se especificaba que la boca había sido lodada
y como precaución, se había sembrado en el lugar un arbusto poco común el lugar, un saúco.
Algunos ancianos lo recordaban vagamente, pero ya hacía mucho que había desaparecido y no tenían la seguridad del lugar exacto donde lo habían
visto, indicando una zona demasiado extensa que no era útil para excavar por el sistema manual de entonces. Aquel hombre renunció y se fue
triste ante la imposibilidad de localizar el oro de sus antepasados, y según parece sus últimas palabras fueron más o menos: "Si ustedes
supieran el oro que hay aquí enterrado no dudarían el allanar este cerro a espuertas".
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Nació el 23 de julio de 1879 en Estepa (Sevilla), y su nombre era Francisco de Paula José Ríos González. Como la mayoría de los campesinos andaluces, el Pernales no recibió instrucción alguna. De niño fue pastor, y después trabajó en lo que podía. Como los ingresos eran muy escasos, cometió algunos robos y en un encuentro con la Guardia Civil, el padre recibió un culatazo, que poco después le causaría la muerte. Entonces deja el trabajo y se dedica al delito cometiendo pequeños robos. Su primer apodo fue el de "Pedernales" haciendo alusión a la dureza de sus sentimientos. De este apodo surgió el de "Pernales" por comodidad de pronunciación.
Se "hecha al campo" y comienzan a asaltar cortijos exigiendo dinero a los poderosos, en compañía do otros de su calaña,
erigiéndose en jefe. Pinchando aquí, podeis ver el acta de fallecimiento |
Los romances de "El Pernales"Hay muchos romances, y de cada uno varias versiones, sobre "El pernales", a continuación veamos unas muestras que son fragmentos de algunos de ellos.
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Cuando ven a la pareja, ..........
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ROMANCE DE CIEGO (Romance publicado en ABC el 3 de septiembre de 1907) Camino van de la sierra dos jinetes arrogantes, que han puesto juntos y al paso los fogosos alazanes. Jóvenes son y no viejos, tampoco desagradables; tienen la color morena y tienen los ojos agrandes. llevan cubiertos de polvo sombreros, botas y trajes, gastan espuelas "ruidosas y rifles descomunales. Hablando de sus asuntos marchan los dos tan campantes, como hombres que no tuvieran miedo por nada ni a nadie, por más que de vez en cuando miran hacia todas partes, quizá buscando el camino que: perdieron o no saben. Del pueblo de Villaverde, muy poco, o nada, distantes, ven a un leñador que corta ramas secas de los árboles; y á él se dirige uno de ellos presuroso, preguntándole que si conoce la sierra porque quieren internarse. Reservado y receloso los mira el hombre un instante, mas sin ninguna sospecha luego les da las señales, y el desconocido, entonces, por el favor que les hace, le da un cigarro y un duro mientras pronuncia estas frases: "Gracias amigo, y no olvides, si hablas del caso con alguien, que el durito y el cigarro te los ha dado el Pernales" Y uniéndose al compañero, que quieto esperaba aparte, al trote de sus caballos se alejaron más que á escape... Quedó el leñador absorto mientras el duro guardábase, cargo al hombro el haz de leña y al pueblo marcha anhelante donde sin dejar la carga fue a ver al señor alcalde que tuvo inmediatamente de aquella noticia parte. Llama el alcalde a los guardias, Los guardias corriendo salen Y por la sierra se internan Buscando a los criminales... Ya suponen que los hallan, Ya sospechan que se escapen, ¡pero ellos van como siempre dispuestos y vigilantes! Llevaban ya muchas leguas Sin ver el rastro de nadie, cuando las voces escuchan que de un rinconcito salen. Allí almorzaban dos hombres, debajo de unos nogales, dos chuletas empanadas y una tortilla fiambre; y, alegres, de rato en rato, porque el alimento pase, con sendos tragos de vino remojaban sus gaznates... ¡Que aunque parezca mentira, y a los buenos les extrañe, comen y beben los malos con apetito bastante "¡Alto!", les dice el teniente con el fin de intimidarles, y ellos responden a tiros con la intención de salvarse. Tiran también los civiles, se formaliza el combate, y da en tierra un pobre guardia con una herida importante; pero el Pernales, a poco, queda en el suelo cadáver, y muere también su amigo cuando intentaba escaparse... Luego, en sus propios caballos van los cuerpos de los tales al pueblo de Villaverde, donde el suceso se sabe, y allí, en mitad de la plaza, tendidos como animales quedan, para que las gentes con el dedo les señalen...' ¡Padres, los que tenéis hijos! (Hijos, los que tenéis padres! Meditad este suceso, tenedlo siempre delante, ¡que los qué buscan su vida por caminos repugnantes, si sacan algunos cuartos se mueren de muerte infame, cazados como unos lobos, sin la compasión de nadie! Quiera la Virgen Santísima, Nuestra Señora del Carmen, no dejarnos de su mano, para salir adelante trabajando con decencia, siendo buenos y formales |
UNA ANTIQUISIMA LEYENDA DE DE MOROS Y CRISTIANOS SOBRE BIENSERVIDA Y CERRO-VICOPublicada en:El Globo. Diario Ilustrado político, científico y literario. Madrid, 13 de julio de 1880.
VARIEDADES
I.
Como a media legua de ambos pueblos descuella un cerro aislado, acerca del cual existe una interesante y poética tradición. Refieren, en efecto, algunos ancianos de Bienservida que el famoso cerro no es obra de la naturaleza, sino que fue formado artificialmente por los habitantes de Villa-Rodrigo, en pena de cierto ultraje inferido por estos al bello sexo de Bienservida, en ocasión de hallarse todos sus varones mayores de quince años en la ciudad de Alcaráz, auxiliándola en la guerra que contra los infieles sostenía. ![]() Y fue tal, según la fama, el arrojo y denuedo desplegado por aquellos en tan memorable jornada, que indignados los moros de su derrota, salieron de Villa-Rodrigo en hueste formidable, acaudillada por el alcalde Ven-Egas, cayendo como feroz avalancha, sobre Bienservida; y después de mancillar ominosamente el honor de cuantas mujeres hallaron, sin querer conservar a ninguna cautiva, mutiláronlas los pechos y las colgaron, en garfios de hierro, en la torre de la Atalaya del pueblo, abandonándolas allí entregadas a los más horribles sufrimientos, a la agonía más desesperada y al inexplicable dolor de contemplar sus hijos, encadenados junto a los cimientos de la torre, llorando de hambre los mas pequeños y de hambre y dolor los que ya poseían alcances suficientes a considerar la horrible situación de sus madres y hermanas. Allí, y de tan cruel manera, perecieron cuantos habitantes contaba en aquella triste ocasión dentro de su recinto el pueblo de Bienservida.
Cada cual improvisaba su plan de venganza: quien proponía lanzarse al punto sobre los bárbaros asesinos; quien para asegurar lejos la represalia, pedir auxilio al gobernador de Alcaraz; quien, impetrarle al rey, y todo era confusión, amenazas, juramentos, llanto y gemidos. Distinguíase, sin embargo, entre todos un jóven que parecía ajeno a la común tribulación. Después de haber reconocido con extraña atención y sangre fría aquellos preciosos restos humanos que atestiguaban la horrenda catastrofe, quedó algunos instantes apoyado en su pica, e indiferente, en apariencia a tanta desolación. Sin embargo, su tez pálida como la muerte, sus ojos brillantes, pero con ese brillo siniestro y vidrioso de los ojos de la serpiente irritada, la rigidez de sus miembros y un ligero extremecimiento que conmovía todo su ser, acusaban una de esas crisis supremas de las que solo triunfa una naturaleza privilegiada. Rayaría su edad en los treinta años, y su estatura era regular; sus cejas anchas eran signo de un temperamento colérico; su frente despejada y de superficie desigual, a causa de las pequeñas protuberancias que en sus lados se advertían, denotaba un hombre dotado, a la vez que de talento, de una perseverancia poco comun. Más de media hora había trascurrido desde que cayera en esta especie de abismamiento, cuando su pecho dió paso a un suspiro, que más bien parecía hondo sollozo, de sus ojos brotaron dos gruesas lágrimas que rodaron por sus mejillas hasta perderse en su negra y poblada barba, y todo indicaba que la crisis desaparecía y que aquel hombre recobraba el sentimiento por algun tiempo perdido. Bien se advertía el prestigio y autoridad que entre sus compañeros gozaba al ver la atención que le prestaron todos cuando comprendieron que iba a dirigirles la palabra; y con efecto, restablecida la calma, después de las primeras expansiones del dolor, rodeáronle todos dispuestos a escucharle con el respeto con que escuchaban los apóstoles las palabras del Maestro: "Compañeros míos, - les dijo: - no es posible demorar un instante el regreso a nuestro natural estado; el dolor que nos abruma es justo, pero consumir el tiempo en gemidos e imprecaciones, es indigno de hombres, y sobre todo de guerreros cristianos. Demos sepultura a los restos de tantos idolatrados seres; más cumplido este nuestro deber primero, procuremos sin tardanza ni reposo castigar el infame crimen cuyas huellas horribles contemplan nuestros ojos; y tal sea nuestro ensañamiento, que el castigo sea tan espantoso y cruel como fue el agravio." Muestras de asentimiento hicieron coro a estas palabras, y todos los circunstantes convinieron en someterse a las órdenes del que había proferido aquellas. Su primera tarea fue recoger los tristes despojos que en una extensión considerable se hallaban aquí y allá esparcidos, mientras la luz moribunda de la tarde alumbraba aquella fúnebre y conmovedora escena. Toda la noche permanecieron velando aquellos restos queridos y orando por las almas que los animaron, y no bien asomó por el horizonte la aurora del nuevo día, dieron a aquellos sepultura en las inmediaciones del pueblo, confiriendo a aquel sitio el nombre de "Los Santos", nombre que se transformó después en el de "El Santo" que hoy conserva. Mientras esto ocurría, habían acudido muchas gentes de los pueblos comarcanos, y a la vista de tanta desolación y tanta infamia, ardieron también en deseos de venganza; pero todos esperaban a que el joven cuyo bosquejo hemos intentado, y cuyo nombre era Juan Turruche, tomase la iniciativa. No se hizo esperar. Al rayar el alba del siguiente día, el eco agudo de una bocina rasgó los aires, y a este toque acudieron todos armados a la plaza del pueblo, donde nuestro protagonista les aguardaba; en su enérgica fisonomía rebosaba un júbilo feroz; su expresión debía asemejarse a la del tigre hambriento que apercibe y cree asegurada la presa que persigue; las ligeras contracciones de su semblante daban a entender que alguna duda atormentadora, tan pronto concebida como desechada, cruzaba su mente. Luego que se hallaron aquellos reunidos, citóles para el toque de ánimas en el mismo sitio, recomendándoles llevasen consigo cuantas cuerdas y cadenas hallaran a mano, y asegurándoles, en fin, que la hora de la venganza estaba tan próxima, que el sol del día inmediato había de alumbrarla. Ignórase cuantos años emplearon en este trabajo, pero ello es que, al fin y al cabo levantaron con tierra y piedra el enorme cerro que la acción del tiempo convirtió en un verdadero cono de dimensiones colosales. ![]() Concluido tan colosal sepulcro, los de Bienservida trasladaron a él los restos de sus amados parientes sobre los hombros de sus infames asesinos, los depositaron en el centro del cerro, encerraron en él a todos los cautivos cargados de cadenas, entregaron al moro Ven-Egas una gran barra de hierro, y le dejaron a la vista de los suyos, que le colmaban de maldiciones y amenazas. Los cristianos habían facultado a Juan Turruche ampliamente para disponer el terrible plan de venganza. Tras grandes meditaciones, halló aquel por fin la clave del asunto. La clave era su amigo Daniel, célebre judío, encantador y brujo, quien si hubiéramos de seguir las ligeras apreciaciones del vulgo que solo vé los efectos, pero que desconoce las causas, aseguraríamos que "su nariz prolongada y aguda, sus ojos hundidos, como huyendo la luz de otros ojos que adivinan por ellos el negro fondo de su alma; su boca reprimida, sus labios delgados y faltos de color y su barba escasa, formaban el verdadero tipo de esa raza en la que no preside otro sentimiento que el de la avaricia ni otro móvil que la insaciable sed de acumular tesoros, cualesquiera que sean los medios que haya que emplear: tesoros que lejos de endulzar la vida de algún semejante, sirven para acibararla, porque la limosna suya es una sonrisa de burla al mendigo que implora su caridad". Errónea creencia que no podemos rebatir aquí. El judío, accediendo a las súplicas del caudillo cristiano, y más que a las súplicas a una fuerte cantidad de oro que le fue entregada, hizo un encantamiento, por cuya mágica virtud, el moro Ven-Egas y los que le acompañaban fuesen inmortales y permaneciesen en el seno del cerro Vico hasta que lograran taladrarle. Y luchando entre tanto con el dolor de estar envueltos en las sombras de eterna noche, con sus víctimas siempre delante y con el recuerdo de los lamentos que estas exhalaron en la hora del sacrificio siempre resonando en sus oídos, y más aún, en su alma, con el eco fatídico y a nada comparable del remordimiento. El encanto se hizo y los moros quedaron sepultados en las entrañas del Cerro Vico, condenados a trabajar hasta que logren perforar su superficie. Los cristianos de Bienservida atribuyeron a la protección de la Virgen el buen éxito de los planes de Turruche, en memoria de cuyo apellido dieron a aquella el título de Virgen del Turruchel, con el cual es hoy venerada. Mas como, aunque el delito sea grande la venganza no es permitida, en castigo de haber trocado en aquella el que los moros merecían, y para eterna memoria de tan inaudita tragedia, dícese que la Virgen de Turruchel condenó a Juan Turruche a que en lo sucesivo se llamara Juan Cuerda. Desde la fecha de tan extrema y cruel venganza, al llegar la noche de cada día 8 de Setiembre, escúchanse por la parte Sur del Cerro Vico, grandes lamentos y horribles blasfemias, y asegúrase que desde las doce de la noche hasta el amanecer de dicho día, nadie puede transitar por aquel sitio, sin ser agarrado por el moro Ven-Egas y metido en el cerro encantado; sobre todo si son doncellas las que pasan, a las cuales, a pesar de muchos años, no ha perdido aun la afición el insigne alcalde de Villa-Rodrigo. Bienservida se llamaba la poblacion tan cumplidamente vengada, porque a servirla concurrieron el cielo y el infierno".
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